domingo, 28 de noviembre de 2010

¿Convivencia o Connivencia?


En estos días se escucha con bastante frecuencia el término convivencia. Es una palabra que convoca, por eso es menester que todos estemos de acuerdo en su utilización. Convivir es estar con otro, ese otro es un semejante con el que estamos dispuestos a compartir situaciones vinculares de diferente índole; laborales, de afecto, de pareja, de amistad, de vecindad etc.  En este marco estaremos interactuando uno y otro en la realidad compleja en la cual estamos inmersos.
En algunas oportunidades compartiremos ideas, en otras las discutiremos en aras de encontrar un punto de inflexión que nos permita abordar cualquiera de las realidades en donde nos encontremos.
Sin embargo en nuestra cotidianeidad nos resulta poco común encontrar este accionar. Por qué traemos esto?
Pues es un aspecto conflictivo en la vida de los seres humanos en cualquiera de los ámbitos que enunciemos.  Por ejemplo las familias adolecen de este ejercicio de la convivencia ya que desconocen el diálogo como metodología de la comunicación real y priorizan las ideas únicas para no tener que fundamentar la elección ante el resto de los integrantes bajo el lema de la autoridad. Nada más alejado de ser autoridad este manejo, la autoridad no es dada, se construye, no se detenta y requiere de todo un trabajo conjunto para legitimarla.
Se infiere entonces que en el sistema familiar como en  cualquier sistema humano son indispensables los límites, si límites, en la vida no podemos formar a nuestra descendencia bajo el lema todo vale, no es sano, pues carece de criterio de realidad. Esto explica el sin sentido que ostentan  algunos jóvenes en  relación con su existencia .
Justamente la convivencia  ejercita la empatía, el saber del semejante y el propio estableciendo códigos que involucran la paciencia, la solidaridad, el ceder cuando sea necesario, el cooperativismo, la honestidad, la confianza.
En eso consiste convivir;  entonces  podríamos preguntarnos cuantas cosas se ponen en juego al interactuar con el Otro en el  sin número de funciones que compartimos con nuestros semejantes verdad?
Los primeros años de nuestras vidas son fundantes para nuestro desarrollo ulterior.  Es en ese período que el cachorro humano se sostiene desde las legalidades suministradas por los adultos  que constituyen su arquetipo de contención. Que sucede cuando esto resulta fallido? Se produce una relación simétrica contraria a la que debería suceder que sería la asimetría y en donde el niño  desconoce la función del adulto que acepta todo lo que propone en una ligazón de connivencia desprovista de toda reglamentación.
En este punto amerita hacer hincapié en los sujetos que ya siendo adultos no tienen idea de que se trata la convivencia y todos su actos se encuentran teñidos de la  connivencia, es así que al igual que en el sistema  familiar, como lo explicitado en el párrafo anterior, los otros sistemas que intervienen en la vida  de un país  se encuentran manipulados por individuos que conciben la existencia bajo la egide de un único modo de pensamiento y por consiguiente el que no este de acuerdo con ello se lo vapulea, se lo discrimina , se lo ningunea y lo más grave se lo   intenta cosificarlo desde un discurso plagado de falacias.
Cómo se puede concensuar en estos términos donde se instala en forma correlativa y consecuente la violencia? Se podría decir sin equívocos que resulta sumamente complicado.  En este escenario se debate el funcionamiento de nuestras instituciones, la familia(célula primigenia), la escuela, los poderes que administran el país, la policía  ergo todos  los demás sistemas que los sujetos van conformando acorde con sus necesidades.
Parafraseando a Freud en su texto “El malestar en la cultura”  nos podríamos preguntar ¿Qué dejan discernir estos seres humanos con su accionar? Cuál es el objetivo de su vida y qué exigen de ella?  No resulta tan difícil de dar con la respuesta correcta: quieren alcanzar la dicha, conseguir la felicidad y mantenerla. Esta aspiración tiene dos aristas una meta positiva y otra negativa: por un lado quieren la ausencia del dolor y del displacer; por la otra vivir con intenso placer.
Rife la vida de estos sujetos el principio de placer. Este principio gobierna la operación del aparato anímico desde el comienzo mismo; es de entender que este programa entra en querella con el mundo entero, con el macrocosmos tanto con el microcosmos.  Es absolutamente irrealizable, las disposiciones del Todo lo contrarían, no se puede ser satisfecho de manera constante, estamos organizados de tal modo que sólo podemos gozar con intensidad el contraste, y muy poco el estado.  Nuestra propia constitución limita nuestra posibilidades de dicha absoluta.  Nuestro propio cuerpo esta destinado a la ruina y a la disolución . 
Cuando queremos imponer nuestras ideas a toda costa y desde cualquier método ¿ qué queremos proyectar en el Otro? Nuestro paupérrimo poder? La sensación del supuesto saber? Qué tipo de goce enfermizo abastece el ego de aquel que supone que se encuentra por encima del semejante?
Estos interrogantes y muchos más que se  pueden estar incorporándose a sus psiquis no encuentran respuesta en la realidad. Saben por qué?
Pues la cuestión decisiva en la especie humana se encuentra en su desarrollo cultural y en este punto se hace necesario que domine la perturbación de la convivencia que proviene de la pulsión de agresión y autoaniquilamiento. El momento actual merece un especial interés en este aspecto. Los seres humanos han hecho tamaño estrago de la convivencia no sólo entre ellos sino con la  naturaleza a tal punto que les será fácil exterminarse unos a otros.  De aquí buena parte de la inquietud contemporánea de infelicidad y su latente angustia.
Dice Freud “…y ahora cabe esperar que el otro de los dos poderes celestiales, el  Eros eterno, haga un esfuerzo para afianzarse en la lucha contra su enemigo igualmente inmortal. ¿Pero quién puede prever el desenlace?

Lic. Noemí Di Donato
Psicóloga U.B.A
Magister U.B.A    Doctoranda U.B.A

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